domingo, 31 de marzo de 2013

Tú, que siempre ríes y luego,
te caes desde lo más alto;
que tu sensibilidad
es más intensa en la debilidad;
que tus problemas
se convierten en los míos,
que rascas y encabas
para sacar mi curiosidad
por la música;
que estamos juntos en todo;
que tus acordes me guían
perdiéndome en ángulos oscuros
de mi casa;
que siempre me acompañas
y te sientas a mi lado
y me hablas a la cara.

¿Cómo abrazarte
si sólo puede tener tu voz?
Enrosco los brazos
y el humo en blanco
y negro de tu garganta
se esfuma haciéndose un diábolo
mientras las puntas de su pelo
se retuercen, como el dolor en el pecho,
en remolinos y, por el frío,
pasan a ser aguaceros.

Quisiera hacerte saber
que estamos aquí
por ti y para ti.
Quisiera agarrarte por la espalda
y decirte que la bajada acaba;
que, si hace falta,
descargues tu rabia;
que el peso se va yendo.
Quiero, segundos posteriores,
esbozarte una sonrisa,
aunque sea blanda.

Lo único que cura
es la música.
Así que supongo que tu guitarra,
tu máxima aliada,
se estará enmoheciendo.
Y espero
que encuentres una recta
que te mantenga
en pie,
porque sé que el silencio
es lo peor que puede haber.

(22/12/2010)

Sueños escasos por la noche.
Alrededor, un tornado de voces.
Decido sin saber si merece la pena.
Presento el panorama
mientras ignoro los sismogramas:

Subo las escaleras
de dos en dos.
Cuesta más
cerrar los ojos y nada más.
La luz oscura
describe mi silueta.
Mientras, la música suena.

Bajo a la tienda
en mitad.
Vuelvo a entrar.

Líneas surgen en otro lugar,
en sueños, como un vendaval.
No logro recordar.

Retorno
y creo en mi voz.

Confío en la fitoterapia,
quedarme sembrada en la cama.

Un segundo duermo
y sigue en movimiento
todo mi cerebro.
Existe una conexión
entre la bruma y lo concreto,
los abstracto y los cimientos.

Clara es la melodía.
Hablo de mi vida misma.

Algo del día 24.

Me levanto.
No me duermo.
Tengo sueños.
Después, llego tarde.
Con Fito en mis oídos.
No me peino.
No me mantengo
en pie.

Pasan los sucesos
como el viento
vistiéndome de desnuda.

Mi ser entero.
Hago un largo eterno.

(22/11/2010)

Música

Prefiero la música que emociona, ya sea la que da adrenalina o la que te lleva a la depresión; la que provoca una reacción en el organismo para enfrentarse a los escalofríos; la que te pone en peligro, al borde de un abismo; con la que arriesgas; con la que sueñas; con la que te sientes comprendido; la que te hace cambiar de opinión; la que abre un mundo nuevo de sensaciones, en la que se cuelan sonidos del más allá; la que te acompaña; la que te engaña, la que te da la vida; la que te la quita; la que te da aire nuevo; la que te lo contamina; la que te disfraza; con la que te olvidas; la que te coloca; la que te pone; la que te desnuda; la que te abriga. Prefiero las armonías exquisitas y rechazar lo que destruye esta atmósfera descrita.

viernes, 29 de marzo de 2013


¿Dónde está el puñal, cariño?
Que quiero hacer diana contigo.



«El instinto criminal
es mi dulce compañía
cuando me haces esperar.»
 (Christina Rosenvinge)


sábado, 23 de marzo de 2013

Satélites me cuidan el aliento que consume la noche de mi habitación. Y yo sola, cielo, y absteniéndome  del metrónomo que me lanza. Tú, imaginado, rodeado de libros voladores entre sábanas letrosas dispersas. Este díptico nunca contemplará una unión si no empezamos por pulir pasiones feroces. Y si indagas amor por los arbustos, acabarás llegando a mi casa deshabitada, porque yo te habré abandonado antes de habernos mirado. Son así los ciclos de los cimientos emborronados.

(23/03/20013)

viernes, 22 de marzo de 2013

Inspiración

Inspiración, no sé dónde queda tu casa. 

Te busqué en las burbujas de champagne francés, en el espejo que reflejó el reflejo de mil reflejos, en mi párpado vencido, en la tinta de mi bolígrafo, en el polvo de Pompeya, en las cenizas de los rayos solares, en las Torres Gemelas, en los charcos de Venecia, en el hombre del saco, en el telediario, en la cuchara del desayuno con diamantes, debajo de mis uñas, en un vuelo al ras del suelo, en un sueño descalzo, en un hogar turbulento, en el oxígeno dentro de un pez, en el fresco de fin de invierno, en año nuevo, en el bordado de mis sábanas, en la flor de mi chancla, en el olor a hierbabuena, en el rizo de mi pelo, en una pared blanca, en las agujas del reloj, en todos los números del casino, en las cuerdas de un ascensor, en una cabina de teléfono, en sus pitillos rojos, en mi colchón esquelético, en el llanto de un saxofón, en las lágrimas almacenadas en mi ojera, en el robo de los mejores tiempos, en el algodón de mi camiseta, en un calzador en blanco y negro, en la quinta copa del pino sin alcohol, en las cartas del banco, en las recetas de cocina, en la tabla periódica, en el triple sentido de todas las palabras...
Mi vida y yo nos parecemos bastante: las dos somos una cuerda vertical llena de nudos que tiembla como el trazo de un monitor cardiaco.

Mi cuerpo escuálido se queda pequeño para los sollozos, necesita lana para vestir el frío que soporta en verano.

Me da tranquilidad escuchar su respiración, pero me viene el miedo cuando le ataca el ahogo.

Mi vida no es una historia prolongada en horizontal: es escarpada en las galerías y en los pasillos más sórdidos y lúgubres, además de estar tupida de sucesos trágicos. Es un bosque en llamas desde el 22 de abril de 1994. Me convendría hacer vida en un salón amplísimo, iluminado por sus cuatro costados y limpio de recuerdos... por eso debería perder la memoria.
Sweep me away.
(08/07/2012)

Universo


Emprendieras un viaje en cohete por todo mi Universo. Recorrieras mi espalda adornada con estrellas diminutas, como luciérnagas celestes sobre un fondo espeso de Giotto. Luz azul, tenue, casi apagada, en forma de ortoedro cuya extensión sea pronunciada venga a señalarnos la senda tras traspasar el cristal transparente. Montañas me acariciaras con delicadeza y me miraras rogando permiso. Mirada mía al suelo que no cae, levita. El cosmos regido por el orden se roza para dar acordes, para acogernos. El agua, tu saliva; el aire, tu aliento; la tierra, tu tacto; el fuego, tus besos.

(03/04/2012)

Cristal roto


Ayer me despertó el sol a las doce y media y ni siquiera él pudo quitarme las sábanas. Así, seguí en máxima armonía. Dulce sueño del que disfrutaba. Luego, empecé a estudiar ciencias y me sorprendí al descubrir que sí me gusta colarme en el mundo de los riesgos naturales.

Entonces fue cuando, como de costumbre, mataba los nervios botando el pie sobre el suelo. La pierna no se podía detener.

Hace 30 años que John Lennon murió. Siempre he querido sentir rabia en vez de tristeza cuando me vengo abajo. Y con los Beatles todo es felicidad: me refugio en el Yellow Submarine cuando hay problemas, Strawberry fields es el único lugar donde no se produce actividad sísmica. Ellos crean un mundo de fantasía en el que te sientes seguro. La muerte de Lennon da que pensar. Pensaba en Yoko Ono, en Julian, en su madre, en su temprana orfandad, en su "tardía" demostración de talento, en su infancia... Él quería descartar una de las opciones:


O soy un genio o estoy loco.

Mi cabeza era un ciclón en el que giraba la lluvia de pensamientos.

Al día siguiente, examen de ciencias.

Las horas desbordantes de colchón, los nervios y John Lennon fueron razones suficientes para saber que, otro día más, me quedaría sin dormir. Era como un castigo, sabía que lo que hacía previamente a cerrar los ojos estaba mal y aún así, no pude resistirme. Sabía que era culpa mía.

El silencio tendido del techo que llenaba todo el salón no contrarrestaba los motivos. Aunque solamente ayer no había voces endurecidas pegándose, no pude pegar ojo. Otra vez, Lennon marcado por los saltos de mi pierna derecha. Después, me fui a la cama por hacer algo. Encendí el móvil para ver la hora: las 3 y 6 minutos, como siempre (por casualidad, miro la hora a la misma hora). Me levanté en la eterna oscuridad que regala la noche y la envía a casa, como si fuera una carta para prepararme un vaso de agua hirviendo y tres sobrecitos (de tila, de naranjo y de hierba luisa).

Acto seguido, como siempre, me tumbé en el sofá y ahora sí estaba tranquila. Era la única habitante. Pero no me dormía. Otra vez, reparé en que la fitoterapia no funciona. Y empecé a derramar lágrimas microscópicas, como suele ocurrir, por la desesperación. Me subía por las paredes, me tiraba del cuello de la camiseta, me mesaba el cabello, me limpiaba la cara con la mano, quería romper la manta. Procuraba no despertar a nadie. ¿Quién se merece mi desgracia si yo soy la única culpable? No quiero llamar la atención.

Las 4 y 10 aproximadamente. (La vista nublada no me permitía la precisión.) Dudé, como era de costumbre. Sin embargo, esta vez estaba decidida al final, aunque el instinto era el que llevaba las riendas de mi espíritu. Me levanté rápidamente casi sin poder. Y, lentamente para no hacer ruido, me acerqué al mueble rey del salón. La luna guiaba mis dedos cuando empecé a palpar, hasta que toqué el cristal frío. La agarré muy fuerte para asegurarme de que no cayera. La llevé hasta la mesa pequeña con mucho mimo. La abrí y tragué desesperadamente de la botella de Baileys. Una bola de fuego yacía en el subsuelo de mi garganta como un huevo vertiéndolo en la sartén. Seguí bebiendo pausadamente hasta no ver por el ciego. Mi faringe incandescente se dilataba rápidamente. A partir de entonces, no sé qué coño pasó. Creo verme llorando en el balcón sin importarme lo que puede dañar el frío en este tiempo. Pero es sólo una suposición.

De lo que sí me acuerdo es de despertarme en la cocina. Tirada en el suelo, muy cerca de la silla. Abrí los ojos y después de segundos arrastrados, me pregunté cómo y por qué estaba allí. Me levanté inmediatamente al sentir unas ganas increíbles de ir al servicio. Sin mirar el reloj, corrí (en silencio, por supuesto) hasta que llegué al váter. Vomité hasta atrancar la tubería. Me quedé a gusto. Ahora sí sabía que iba a dormir. Y, dicho y hecho, hoy me he despertado (una acción importante, ya que pocas veces lo hago. Normalmente la noche se conecta con el día y yo soy espectadora) y he ido al instituto. Me duele la cabeza a reventar y me he pasado el día pensado en lo que había hecho. Yo soy la culpable y no me arrepiento. ¿A caso no dormí gracias al alcohol? La gente tendrá que entender que, cuando hay desesperación, es normal que recurramos a lo eficaz. La música es el único elemento que nos entiende en cualquier caso; pero no busco comprensión, sino algo que trabaje conmigo para alcanzar un objetivo propuesto. He llegado a todas estas conclusiones.

Es obvio que esta noche tampoco dormiré porque las neuronas no pueden desconectarse.

(09/12/2010)

Nota: Aunque esté basado en hechos reales, lo de que bebí alcohol es totalmente inventado. No quería desvelarlo; pero prefiero que ningún conocido mío se preocupe por mí como hizo mi hermano cuando lo leyó. Hala, mi texto ya ha perdido la gracia por culpa de esta aclaración.

jueves, 21 de marzo de 2013

Aprovecho el aliento somnoliento
que me pasas de tu boca maltratada.

Su pudiera clavar mis dientes
en tu humo valiente
imaginándote, caníbal...

No oigo nada más
que tu piel invisible
de animal felino.

Se craquea mi pulmón derecho,
es un relámpago partido
en el efecto del submarino amarillo.

sábado, 9 de marzo de 2013

Muer†e

En es†os momen†os †e gus†aría que es†uviera con†igo y que †ragara †odas †us †aras. Pero †engo †anto †rabajo con †us cues†as que me mues†ro en con†ra de †us pe†iciones.


Nota: Aunque no lo parezca, el texto y el título guardan relación.

Sin título

Si me arreglaran la azotea
tendría zapatas nuevas,
y si me tocaras bajo la lluvia,
me convertiría en barro,
bailando sobre suelos mojados,
llenos de sangre, impregnados.
Por todos lados pintados de espejos
cuyos cristales cortan el cielo
lleno de nubes, granizando,
cuyo hielo corta el asfalto.


Si encendieran la chimenea,
me quemaría de frío y de pena,
y si me cayera un milagro,
se convertiría en charco aguado,
que arrastra mis zapatos
hasta llegar al desgarro
desde las ramas hechas balas
que atravesaron por mi garganta.


Para que te acuerdes de mí cuando te olvides de mí


Un curso fue y yo lo alargué. Ahora y aquí sigo en la germinación. Echo de menos echarte de menos, ya lo dije en varias evoluciones posteriores. Mi vida entera se comprime cuanto más te alejas. Cuando estabas a 300 huellas en la arena, mis pies eran las raíces y, lo demás, se retorcía en forma de tirabuzón para observarte alcanzando la ciudad. Mírame, todavía sigo en el desierto, sin rumbo, sin sentido. Pero este es mi hábitat. Yo sabía y sé que todavía te acuerdas de mis chistes, mis lágrimas, mis rarezas, mis textos (tuyos son), mis sonrisas, mis tonterías, mi música, mis ojos cerrados, mi sobre amarillo que tanto buscabas, mis buenas notas, mi futuro, mi pasado, mis planes, mis secretos entornados, mi portaminas, mi bolígrafo, mis insultos, mi indiferencia, mis silencios, mis conocimientos, mi supuesta superioridad frente a ti, mi seriedad, mi consuelo, mi desidia, mi cansancio, mi sinceridad, mis mentiras, mis maneras de educarte, mis amigas, mi agenda, mi caligrafía, mis costumbres, mi ropa, mis preocupaciones, mi concentración, mis preguntas, mis libros de lectura, mi bloc de recuerdos, mi apariencia infantil, mis contrastes... Pero, lo más importante, es que te acuerdas de mí.

Fácil



Quiero hablarte en susurros fríos para que tu alma se congele, se petrifique y se quede grabado el momento. Fácil sería estar borrachos de amor; ser árboles pulidos que crecen al mismo par, cuyas ramas se enlazan y no se sueltan. Deshojarnos y envenenarnos: eso es simbiosis. Al suelo caería el color militar, pues habría empezado la guerra entre nosotros. Fácil sería afilarnos los labios con los dientes y dejar de respirar. Vestidos de negro, subiendo como la espuma, trepando por donde está prohibido pasar y aplastarnos rodando por el parqué bajo el manto de estrellas. Fácil sería que me desearas tanto que buscaras la intimidad en las afueras de la ciudad, debajo de la madera de la cabaña.  Serías el único que no me tendría miedo cuando entregue mi ficha personal completa, porque tú querrías igual... Sería fácil apagar las luces cada vez que coincidiéramos. Sería fácil porque yo sólo sé lo que tú buscas: cualquiera que te quiera lo suficiente como para escribirte unos versos, y yo te llevo en más de quinientos. Ni tú te has dado cuenta de lo que necesitas. Y apuesto a que me recuerdas como puntos en tu memoria, pero no me asocias a tus deseos. Lo único que hay que hacer para que caigas a mis pies es unas palabras de vaho: "Me gustabas". Y la fantasía tomaría la forma del molde.
(04/01/2011)